Los tucumanos fueron contundentes. No quieren más poderes hegemónicos. Nadie se fue a dormir con la tranquilidad de que tiene el poder supremo de hacer lo que quiera. Ayer se le empezó a decir adiós al alperovichismo cuyo principal referente dejará su rol público el 10 de diciembre.
Por eso Juan Manzur ganó lo suficiente como para presumir con que Tucumán le sigue llevando votos al peronismo nacional. Pero no se llevó tantos como para que desaparezca del mapa electoral Osvaldo Jaldo, su archirrival.
Algo parecido ocurrió en Juntos por el Cambio. Germán Alfaro consiguió un gran triunfo pero tan ajustado que no podrá prescindir del resto de la oposición.
Los comicios les dieron paso a nuevas figuras como Roberto Sánchez (y su sombra, Mariano Campero), Paula Omodeo (Creo) y Alejandra Arréguez (Frente de Izquierda) Y, también les dijeron basta a José Cano, a Silvia Elías de Pérez y les dieron una dura advertencia a los mellizos Orellana y a Antonio Ruiz Olivares. El Pro se dio tal porrazo que más de uno se irá a buscar curitas en la sede de Creo.
Los 16 puntos de diferencia que hay entre el peronismo y Cambiemos son muchos pero no alcanzan para que el oficialismo se quede tranquilo y bastan para envalentonar a la oposición.
Hoy, Tucumán va a ser distinto al Tucumán que amaneció ayer. Los referentes van a tener que abrir diálogos antes de actuar con autonomía total. Y la costumbre de soslayar los bolsones, los acarreos, los dineros fáciles empieza a tener algunos llamados de atención. No obstante, la jornada dejó la enseñanza de que a los que tienen más estructuras y más dineros mejor les va.